“¡Ha perdido la cabeza!”. –repitieron una y otra vez. Hasta el cansancio.
“Tanta ciencia, tanta ciencia”, dijeron y se cansaron otra vez.
Se había vuelto cada vez más pequeña hasta que un día se la tragó su casa de muñecas. Empezaron a quedarle grandes los vestidos, enormes los zapatos, largo el cabello. Tanta ciencia lo había arrojado a refugiarse y se refugió.
Apago los teléfonos, apagó la computadora, se descalzó y entró por la puertita.
“Parezco Alicia”, pensó,” que lindo. Y qué miedo”.
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