Ayer, descorrí la cortina del baño, me sentí extraña y ¡oh sorpresa! Estaba allí, mirando sus enormes anteojos que me observaban desde mi infancia ahora se hacían presentes inquisidoramente.
No pude resistirme y lo abracé, para entrar a mis siete años, en Ayacucho, ora vez.sábado, 25 de septiembre de 2010
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